viernes, 27 de diciembre de 2013

Alaridos en el horno



Para empezar, esta entrada ya fue publicada antes en el antiguo blog. No fui yo quien la publicó, pero la colocó ahora porque me parece que fue uno de los posts más interesantes de la primera versión de Faq You 2.0.


Si hay una enfermedad que merece el título de "escalofriante", es, sin duda alguna, la catalepsia. Según cierta conocida página web, la catalepsia puede definirse como un trastorno repentino en el sistema nervioso caracterizado por la pérdida momentánea de la movilidad y de la sensibilidad del cuerpo. También se percibe a la catalepsia como un estado biológico en el cual la persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales, cuando en realidad se encuentra viva.

"Es una estado morboso caracterizado por la rigidez de las extremidades, el sujeto no responde a los estímulos y el pulso y la respiración se vuelven lentos. La piel se pone pálida." 

Basta pensar en esta clase de síntomas para darse cuenta de lo cercana que esa descripción se parece a la de la muerte, sobre todo porque son condiciones que pueden durar un respetable tiempo (se han dado casos de meses). Estos síntomas pueden simular un estado perfecto de muerte, ya que el pulso y la respiración son apenas perceptibles y salvo que se realice un encefalograma es muy difícil determinar si alguien ha muerto realmente.

Ahora sí, pasemos a lo que nos interesa; el artículo cuya autoría pertenece al periodista Natán Soláns, artículo que les recomiendo leer al completo. 



Alaridos en el horno 

Las notas habían sido un éxito. Seis en total, largas, detalladas y morbosas (por su realismo, no por su exageración), y el público argentino había respondido comprando más ejemplares de la revista "Perfil". Y esa mañana, el Jefe de Redacción me exigía una más. "Sólo una"; había que exprimir el tema. 

La Catalepsia o "Muerte Aparente" siempre había capturado la atención de todo mortal desde que Edgar Allan Poe escribiera su Entierro Prematuro (1831) contando casos que pasaron en aquella época. La verdad es que no tenía más material (ni el de reserva, con el que cuenta todo periodista), así que mire el panel de corcho, en la pared, donde durante más de dos meses de 1983 me había dedicado a estudiar esta oscura afección. A ver: le podía pasar a cualquiera, pero eran propensos los epilépticos, aunque fueran leves.

Un buen día, cualquier vecino despertaba en la mañana y comprobaba con sorpresa (y miedo) que no podía, ni siquiera la caja torácica respondía a su voluntad. El corazón no se alteraba pese al pánico y respiraba con lentitud. No podía tragar, ni cerrar los esfínteres, ni abrir los párpados...

Tampoco el alarido de su esposa alteraba sus funciones ni el diagnóstico del médico cuando lo pinchaba y comprobaba su "muerte". No podía tener tampoco el consuelo de la embriaguez del mareo o el desmayo: estaba despierto, en vigilia total. Luego venía lo acostumbrado; las bromas de "Los Capilleros", que son las personas que preparan el cadáver para ser presentado en la Capilla Ardiente en ese show que los cristianos llamamos "velatorio". Bromas, bofetones, vejaciones (una parte de los capilleros es homosexual, la otra es heterosexual pero tengo un informe espantoso sobre sus actividades), y la tortura del "Mortician Makeup"; el "maquillaje" que se le realiza a los difuntos, terrible para alguien vivo: pegamento en los párpados para que estos no se abran, relleno de algodón en el interior de la boca y más pegamento en los labios, quebrar algún codo o rodilla para que se acomode si el "Rigor Mortis" lo vuelve muy duro (otra característica de la catalepsia), y luego la vestimenta, el afeitado, el peinado. 

Alguna familia pudiente, conocedora de este mal, prolongaba hasta 72 horas el velatorio. Pero si era un cataléptico pletórico (que acababa de comer), el contenido del estómago se fermentaba y comenzaba a salir por sus canales naturales, pareciéndose esto a la D.N.C. (Descomposición Natural Cadavérica), por lo cual el paciente era enterrado rápidamente. 

Luego, claro, despertaba. 





Últimamente (desde 1978) se somete a todo "muerto sospechoso" a un Electroencefalograma, con el cual sí se revela la vida del presunto muerto. 

Pero... ¿En cuántos pueblos o comunidades del tercer mundo hay electroencefalógrafos? 

Muchos turistas terminaron gritando en el ataúd de un exótico país extranjero. 

Después, estaban los húngaros. Ellos tenían una costumbre, fruto de su obsesión por los no-muertos (Briscolakas). Ningún velorio se salvaba de que en un determinado momento la abuela de la familia clave una larga aguja en la planta del pie del fallecido; si la sangre sale carmesí, de un rojo vivo, se sabe que es un cataléptico. 


Los temas se agotaban: estaba la gente que, colocadas en la bóveda familiar lograban romper parte del ataúd, entonces al entrar el aire pero no poder salir por estar empotrados en esas especies de bibliotecas mortuorias, padecían gritando, llamando a un cuidador que estaba lejos, durmiendo la siesta. Las fuerzas flaqueaban, al final, una semana después, morían de hambre, y principalmente de sed, luego de estropear el hígado bebiendo su propia sangre. 

Estaban también los otros, los ignotos, los que eran enterrados: si su cuerpo se momificaba, como pasa en muchos cementerios, por saturación de la tierra o por remedios o alcohol que ingería el muero, se notaba algo raro cuando, al exhumarlos, la momia estaba boca abajo. 

Al maltratar la caja también cruelmente al ser querido y cuando, años después es removido el cuerpo, es solo una amasijo de huesos confusos, un rompecabezas; nunca se sabrá si despertó en la tumba. 


Pero existe un lugar donde la catalepsia puede estudiarse con precisión, donde puede hacer una estadística seria. En Guanajato, México, la tierra tiene una particularidad: el exceso de Azufre (Sulfuro) del suelo hace que ningún cuerpo se pudra en aquel cementerio; todos se momifican en unos 6 meses. Esto unido a la costumbre de cobrar una cuota mensual a la familia por la permanencia del muerto produce una atracción turística. 

En caso no se pueda pagar esa cuota, el Municipio toma una decisión drástica: el fallecido es exhumado y rápidamente y su momia es puesta en una Catacumba subterránea, parada, sostenida con una cadena que corre a lo largo de las paredes blanqueadas con cal. 

El espectáculo no puede ser más pavoroso: miles de ex-vivos, con sus ropas cotidianas están parados frente al público con todo su cabello, músculos y piel. Con un peso mucho menor que en vida por la deshidratación, pero incluso con sus globos oculares velados, mirando al vacío. Allí puede verse al farmacéutico que murió hace 6 meses y la nena tuberculosa que hace poco iba a la escuela. Pero el tema que nos interesa a nosotros es la Catalepsia; 123 momias arañándose la cara, mordiéndose las muñecas, hundiéndose los ojos, en posiciones fetales, muestran a cualquiera (no hace falta ser un experto) quien fue víctima de un Entierro Prematuro. Pero la joya de aquel reducto es una madre que parece gritar en su rostro acartonado y que tiene entre sus piernas, unido aún por el cordón umbilical, a un recién nacido que también parece dar alaridos, como un obsceno juguete. 



Gracias a estos testimonios, los americanos (siempre ellos) determinaron, en 1981, que 4 de cada 10 persona pueden terminar siendo un Muerto Aparente. Esto pasaba, por supuesto, desde la pre-historia, cuando no se enterraba a los muertos. 

¿De qué iba a seguir hablando? ¿Cómo sería mi 7mo artículo? El tema estaba agotado. Por lo menos eso creía yo... 

Es feo, para cualquier artista, que se le exija tener talento a plazos. Para colmo, este talento descriptivo tenía que estar acompañado de datos fidedignos. Estaba por abandonar el proyecto de un 7mo artículo sobre la Catalepsia cuando se me ocurrió una idea. 

¿Qué pasaría si alguien con propensión al mal donará sus órganos?  

Me dirigí al I.N.C.U.C.A.I., organismo encargado de la recepción de los órganos donados en Argentina. Quería el relato tremendo de alguien que hubiera despertado al ablasionarsele un ojo, o el alarido desarticulado cuando la sierra quisiera trepanar un cráneo o al abrir un abdomen. 

No, no descubrí nada: esos hechos solo ocurrieron en mi calenturienta imaginación. Bueno, no quedaba nada ya, el tema había sido exprimido como nunca antes. 

Y entonces, una noche que descansaba para darles la mala noticia la revista "Perfil", en el medio de sueño me vino la idea. Y desperté gritando. 

Persona quemadas vivas en crematorios sin poder hacer nada. "Perfil" contentos por mi futura nota me dieron (como "Q" a James Bond) mi equipo de trabajo. Principalmente dinero para coimas, sistemas de escucha (de los 80's), un traje nuevo para que me "adecente", 4 números nuevos de teléfono, 2 asistentes, etc.

Mi idea (si había sido mía) no era mala: qué pasaría si alguna vez, alguien, algún cataléptico hubiera despertado en el infame Horno Crematorio Municipal. 

Este sitio, inventado por el Señor Siemens en Alemania en 1882, nunca tuvo buena prensa en Argentina ni en los países con tradición Judeo-Cristiana. Yo, ya en una nota anterior, hacía unos 8 años, había estudiado bien el artilugio. Se trataba de algo muy simple: 3 cañones lanzallamas, alimentados a petróleo o gas-oil, que durante cierta cantidad de tiempo (dependiente del diseño) bañaban con fuego a un cuerpo. Este podía ser de una inhumación, o sea, "restos"; huesos o una momia o bien, un cuerpo fresco, fallecido hacía, por ejemplo, 48 horas. El reducto era de material refractario (como un horno cerámico) haciendo que la temperatura aumentara por ello. Al cadáver se lo sacaba de su ataúd por medio de 2 bastones que encajaban en las axilas.

Cuando, sin miramientos, el cuerpo es arrastrado por los bastones y arrojado, cual un pollo al interior del horno, se baja su tapa, de hierro colado y por medio de 3 roscas se asegura (mucha seguridad para algo de lo que no se puede escapar). Cuando esto está listo, se encienden los mecheros y cuando estos ya están siseando, se les pregunta a los deudos si alguno de ellos quiere presenciar la "Reducción". 

Generalmente nadie acepta. Como mucha gente presenció este método nació un dicho en el ambiente de los cementerios: "La Danza de la Abuelita". La sabiduría popular inventó esto pues (yo tuve la mala suerte de presenciarlo) pues cuando el cuerpo recibe el impacto brusco de los cañones de fuego se contrae y comienza a contorsionarse como un bailarín demente. 

Esto sumado a que el pelo desaparece, la piel se ampolla, la boca y los párpados se contraen sobre la dentadura con una risa sardónica y el muerto golpea contra los ladrillos, en un streap-tease repentino; hace que todos esos fenómenos se asemejen a una danza: "La Danza de la Abuelita". 

Presenciar esto se paga con una impronta perpetua en la memoria, con muchas noches sin dormir y, a veces, con el desequilibrio. 

Después, el cuerpo carbonizado se retira y con un gran palo de amasar de caucho se aplastan aquellos carbones biológicos hasta "reducirlos" a cenizas. Con una pala se llenan las costosas urnas para los parientes. Las cenizas están mezcladas como las almas (por revelar esto me comí un juicio); nadie recibe las cenizas de sus deudos, nadie. Si no fijarse que jamás se reciben cenizas tibias, siempre frías, que son las que están más abajo. Todo esto del "Mortician Business" ya había sido publicado hacía casi una década. 

Pero ahora la idea era: ¿Alguien despertó alguna vez en el horno? 






La Directora de Cementerios era una cuasi-adolescente muy hermosa. Estábamos en el principio de la Democracia y era común que los puestos destacados estuvieran ocupados por ex-modelos y actrices. El nuevo Gobierno tenía buen gusto, por lo menos. 

Entre mohines y caídas de ojos la bella me dijo:

---" Hacé lo que quieras, ¿para la revista "Perfil"?... por favor, ¡cualquier cosa que necesites!"

Hasta se ofendió cuando le ofrecí dinero, no cuando, días después, le obsequié una pulsera de oro de 18 quilates. 

La puerta estaba abierta. Me dirigí al siniestro edificio (1909) que se alzaba en el medio del Cementerio de la Chacarita. El General Perón, por ejemplo, eligió descansar allí (Eva Perón, su compañera, en cambio, está en el exclusivo Cementerio de La Recoleta) junto al pueblo. Conocía el mecanismo y el método de aquel lugar. Solo quería hablar con el Capataz. El torvo hombre, de una gordura gigantesca, indino y con una gorra gris me encaró, con aspecto de "pocos amigos". 

Me expliqué.

---"Mire señor, estudio los fenómenos de La Muerte. Sé lo que sucede en una cremación. Sé que el cadáver se mueve y que, en ocasiones, grita debido al aire acumulado en sus pulmones... le dicen..." 

---"El pedo"---me interrumpió.

---"Sí, señor"---"Llámeme Barrantes"---me dijo y nos relajamos.

---"Sí, gracias... sí, es como una flato que sale por la boca... pero no son palabras, ¿no?"

---"No, es como un grito"

---"Bueno, justamente, lo que yo busco... je, je, son palabras..."

---"Cómo palabras"---de nuevo la tensión.

--- "Sí, mi curiosidad es saber, si "alguna vez, alguien" emitió... palabras, desde adentro..."

---"......"

---"Sí, vea, existe una particularidad del cuerpo, que se llama "Catalepsia", usted lo sabe"

---"......"

---"Y al existir esto, yo imaginé que alguien debe haber despertado aquí... en el horno."

---"Pero eso es muy comprometido... usted tiene mucha imaginación..."

---"Sé que pasó alguna vez"

---"......"

---"Es más, señor Barrantes, yo le prometo, yo le doy mi palabra de honor..."

Aquí le tomé las manos depositándole 300 dólares en sus palmas. 

---"...Que diré que esto sucedió en Bolivia, no aquí, en La Chacarita..."

Luego de la correspondiente transición donde con cara de sota el Capataz guardó su dinero en el bolsillo dijo con una voz muy baja:

---"Y... sí, a veces escuchan como puteadas..."

---"¿Cómo puteadas?"

---"...Sí, imagínese... una vez que ponemos el cuerpo, ajustamos los cerrojos y mandamos el fuego es muy difícil volver atrás, se tarda como 15 minutos en parar la llamarada."

---"......"

---"Entonces, sí... a veces se escucha---"Hijos de putaaaaaaaa......saquenmé de aquíiiiiiiii......me quemo......socorroooooooooooo!!!!!!!!"

---"¡¡Es... alguien que está vivo!!"

---"Y...sí...tiene eso que usted dice...siempre pasó..."

---"Y... ¿ustedes no pueden?... no hacen nada..."

---"Y qué vamos a hacer, señor... le dije... es muy difícil parar todo... nunca lo rescataríamos vivo."

Pese a mi faz amable sentí que los pelitos de la nuca se me erizaban. 


---"Y...qué hacen, entonces..."

---"Nos sacamos la gorra y rezamos un Padre Nuestro..."


No quería hacer esta pregunta pero era menester, para terminar la nota. 

---"Y... ¿pasa a menudo?"

---"Y... 5 o 6 veces por mes." Cinco o seis veces por mes un pariente nuestro era quemado vivo!!!!!!!. Y no existen estadísticas de esto.


Se calcula que hay unos 3 millones de argentinos que tienen "Fobialepsia"; una fobia a la Catalepsia, otros ni la conocen; tienen suerte.


Esta tarde nació otro fóbico más.




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